Este día comparto la historia de Blacky, tal como la redacto mi papá. Las relaciones que construimos y como nos encargamos que pasen a la historia.
“BLACKY” EL UNICO.
En razón
de haberle prometido a nuestro hijo Noé José de 10 años, la compra de
una mascota, un perro, y después de haber buscado y escogido a través de
publicaciones de internet, se decidió que el perro debería ser un
Labrador; y comenzamos a buscarlo a
través de clasificados de los periódicos sin encontrarlo. Fue en Octubre de
2002 cuando estaba poniendo combustible en una gasolinería cerca de la casa,
que se presentó un joven con dos cachorritos negros , manifestando que los
estaba vendiendo y que eran de raza
Labrador, se me encendió el foco, y le dije que me esperara que iría a traer a
mi hijo para que los viera y que escogeríamos uno, de los cuales yo ya tenía
uno seleccionado , sin embargo esperaría lo que Noé José decidiera. Cabalmente, al llevar a mi hijo y a su mamá Gise, fue
prácticamente decisión familiar de comprarlo. Lo llevamos a la casa y se le
bautizó con el nombre de “Blacky” por su
color.
El perrito , como todos
, resultó juguetón y travieso, y a los pocos meses ocurrió uno de los eventos
que lo ivan a calificar como de cuidado. Al abrir el portón de la casa para
sacar el automóvil, no nos dimos cuenta y Blacky salió a la calle, caminando a
la orilla de la misma, yéndose al fondo
en una alcantarilla cercana de aproximadamente 3 metros de profundidad. De repente no lo
vimos y comenzamos a buscarlo, finalmente se oyeron sus gemidos al fondo de la
alcantarilla. Con la ayuda de otra persona levantamos la reja de hierro de la
alcantarilla , y bajé por la escalera que tiene la alcantarilla hasta el fondo donde estaba
Blacky. Había tenido suerte ya que era verano y no corría agua, y había caído
en un colchón de hojas resultando ileso.
Creo que desde entonces, al ser yo la persona que lo rescató de su caída surgió
una relación especial, ya que los animales tienen un don especial de reconocer,
quizá más que las personas, a quien los atiende o los ayuda.
Blacky creció y llegó a
la edad en que deben de probar sus
dientes con todo aquello que se les
ocurra. Como lo dejábamos dormir en el garaje, de repente un día encontré
restos de hule de alambres, los cuales
resultaron ser parte de los de mi carro que había roído desde abajo del motor .
Después siguieron los adornos de hule que el carro tenía a los lados y la “ cola
de pato” del mismo, por lo que tuve que retirarlos completamente .
Blacky creció y al
crecer nos dimos cuenta que no era un Labrador
en toda la extensión de la palabra, ya que tenía pelo más largo en el cuerpo y en la cola,
cuando los labradores, tienen un pelo bien corto y son más bajos de estatura. Se nos dijo en la veterinaria que podía tener
parte de un pastor belga, por su cabeza grande y cuadrada y llegó a un peso de
cerca de 50 libras , un perro grande.
Habiendo crecido, mi
hijo lo sacaba a caminar y a que lo viera
jugar pelota con sus amigos, al parque de nuestra colonia. Blacky no dejaba
nunca de ladrar al verlos jugar, al igual que en otras circunstancias, como por el
ruido de una motocicleta, a los truenos, a los gatos, etc. por eso al perro le quedó el mote que era ” Ladrador” en vez de labrador. Desde entonces
quedó encantado con el parque y no perdía ocasión, cuando abríamos el portón de
la casa, que en un descuido salía hecho un ” cohete “ hacia el parque. Y allí
iniciaba su recorrido de todas las veces: hueler y husmear cada planta y
arbusto y marcar su territorio.
Se pasó el tiempo y no
pudimos cruzarlo para tener descendencia, cuando acordamos ya no se podía. En
fín, Blacky resultó ser el único con sus
propias características.
En una ocasión mi madre
se encontraba sola en casa y en un descuido se salió Blacky a la calle y
comenzó a corretear a un gato; lo seguía alrededor de los vehículos donde se
refugiaba y no dejaba de ladrar, eso ocurrió aproximadamente en unos 10 minutos
y mi madre preocupada porque no se imaginaba la forma de volver entrar al gran
animal a la casa. Pero se le ocurrió una buena idea, ya el perro estaba un poco
tranquilo afuera en la calle , ella abrió la puerta del portón y adentro empezó
a imitar al gato:” miau, miau, miauuu!. Al oír Blacky, inmediatamente entró a
la casa a buscar al gato, en ese momento mi madre cerró la puerta y ya quedó
dentro de la casa. El gran Blacky había sido engañado.
Y así transcurrió una
larga vida para Blacky a la par de nuestro hijo, 13 años, habiendo llegado al año de su partida :
2015. En Enero de este año, una mañana
lo encontramos acostado, sin levantarse, ni moverse. Había vomitados dos veces
y defecado y no tenía movilidad específicamente en las patas traseras. Lo
llevamos con urgencia al Doctor, quien nos dijo que probablemente había tenido
un derrame cerebral o un mini ataque cardíaco. Se le dio tratamiento,
medicamentos, suero, vitaminas, etc. Pasó como tres días sin ladrar, increíble;
pero después volvió a su habitual práctica, alegrándonos en ese momento de
volver a oír su ladrido. El Doctor
recomendó sacarlo a caminar todos los días. Al inicio le costaba un poco
caminar y tenía la cabeza un poco torcida, pero al poco tiempo, Blacky se recuperó bastante,
logrando movilizar las dos patas traseras, una menos que la otra, pero a Marzo,
ya estaba prácticamente normal haciendo lo de siempre.
Todabía en el mes de Julio hizo su última
travesura: al pasarlo del garaje al patio, cuando pasó por la sala cogió de una
mesita, con la boca, una prótesis que mi
señora usa por la noche para no morderse los dientes; e hicimos el chiste con
mi hijo de que quería probarse la prótesis porque quizás él también rechinaba los dientes en la noche.
Pero la edad y los achaques habían minado ya
su salud. Así el 20 de Julio , sucedió lo mismo de la vez pasada, vomitó totalmente lo que había
comido el día anterior y no quería comer. Se le compraron algunos alimentos
adecuados a su estado pero no comía, solo bebía. Finalmente el 22 de Julio , mi
hijo lo encontró por la tarde sin moverse y con una gran protuberancia en la
parte abdominal. Se llevó de emergencia al hospital, donde después de una
radiografía se determinó que le había ocurrido una Torción estomacal.
El estómago gira y
obstruye totalmente el ingreso de alimentos y hasta de aire, y una parte de él
se va inflamando afectando todos sus órganos y lo que les causa un gran dolor.
El diagnóstico: gravísimo, y por su edad y el tamaño, no se recomendaba una operación. De este
padecimiento, de los perros que operan y
son jóvenes, solo se salva un 25 %. Recomendación, para que el perro no
siguiera sufriendo, había que ponerlo a dormir.
Impactados totalmente y
consultando que mas podría hacerse, se llegó a la triste decisión de proceder a
lo recomendado. Naturalmente, después de muchas lágrimas, principalmente de Noé
José, por su compañero desde pequeño, y nosotros, por haberlo considerado
también de la familia. Estuvimos presentes en todo el proceso, doloroso, pero
necesario y Blacky , se nos fue el 22 de Julio, aproximadamente a las 8.30 p.m.
Al día siguiente,
procedimos con mi hijo a enterrarle en nuestro jardín interior de la casa,
esperando que al estar cerca nos ayude a hacer
ésta pérdida más soportable.
Agradecemos a Dios que
nos dio a Blacky para que diera principalmente a nuestro hijo, desde
temprana edad , la oportunidad de poder compartir juegos, cariño y travesuras
con él, así mismo por haberlo cuidado y haber cuidado nuestra casa en todo este
tiempo.
Así también, porque estas circunstancias nos obligan a reconocer que todos pasamos por las diferentes etapas de nuestras vidas y
que irremediablemente llegaremos a nuestro final, por lo que debemos de
aprovechar nuestro tiempo en hacer cosas que hablen bien de nosotros y que
puedan servir de ejemplo o de enseñanza para otras personas, para que nos
recuerden bien.
Con mucho
agradecimiento y un tributo a nuestro perro, que creo que si algunos tienen la
oportunidad de leer esta historia, se identificarán con nosotros.
Noé Monterrosa. Julio de 2015.
Noé José y Blacky.
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